Celilocos

Imaginemos por un momento esa típica escena de una madre pidiéndole a su hija, antes de que se vaya al cole, que compre el pan cuando termine. Dan la una y la niña sale de clase, obediente se acerca a esa panadería/pastelería donde la conocen porque debe ser clienta habitual. Desde el interior del mostrador se escucha una voz que le dice: «¿Vienes a por tu barrita?». La niña se va a comer a casa encantada y dando saltos, puedo incluso intuir que le ha pegado un pellizco al pan para probarlo antes de llegar a casa.

Calificaréis esta escena como de monótona y de aburrida y no es en vano, es cotidiana, diaria, muchos me diréis que era algo que aborrecíais si os tocaba hacerlo de pequeños… Ahora deteneos un momento, os voy a contar algo que hace que esto sea menos habitual de lo que pensáis. La niña que sale de esa tienda es celíaca, no estaba para nada acostumbrada a que eso suceda, de hecho ha tenido una suerte inmensa de que hayan abierto un obrador cerca de su casa donde puede comprar el pan recién hecho y pegarle un pellizco mientras está llegando a casa.

Esta mañana he presenciado esa escena en Celilocos. Celilocos es un obrador reciente que ha abierto en el barrio de Vallecas que está especializado en hacer productos sin gluten artesanos. Tienen pan (delicioso, doy fe), magdalenas, rosquillas, bollería artesana, pastas, tartas… Os contaré también que por encargo hacen productos para gente que, a parte de celíaca tiene más intolerancias alimentarias, cosa que me ha gustado mucho saber.

Me han contado que sus hijas son celíacas y que conocen perfectamente los problemas que tenemos para encontrar productos artesanos y sanitos. Están muy enterados y concienciados, cosa que da gusto porque no hay que dar ningún tipo de explicación.

Ha sido una experiencia buenísima, la verdad. Sé que voy a volver muy habitualmente porque ha sido muy placentero encontrar una tienda así en el barrio. ¡Muchas gracias, Celilocos!

Os dejo el link de su facebook para que cotilleéis, pero de verdad os digo que  lo mejor es ir.

CELILOCOS

 

Celilocos se encuentra en la calle Carlos Solé nº6, metro Buenos Aires en la línea 1.

¡Encantada de recomendaros un sitio más!

 

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Creo que no me gusta ser celíaca

Hay acontecimientos, pequeñas tonterías, detalles vitales  que poco a poco van dejando una mella en la persona que somos y nos hacen reflexionar sobre algunos aspectos de nuestra vida. Esta vez me ha tocado pensar muy a fondo sobre una de las cosas que me definen, el ser celíaca.

De entrada diré que ser celíaco no es ni bueno ni malo. Tiene cosas malas, que desafortunadamente son las que más contamos y las que, por lo general, más nos dedicamos a dejar patentes. Pero también tiene sus cosas buenas, hablaría aquí del sentimiento de querer ayudar al prójimo, de la comunidad que creamos, de la fidelidad con la que nos vinculamos a los sitios donde somos bien atendidos… En fin, haría una larga lista de cosas buenas y que también, como un ejercicio de salud, creo que deberíamos de hablar porque nos da un ánimo extra para seguir en este mundo sin gluten con ganas de pisar fuerte y con ánimos para ayudar a que todo esto mejore.

Hoy había un tt muy inspirador en twitter, era algo así que rezaba como #MensajeParaElNiñoQueFui que me ha hecho mirar hacia atrás y ver cómo ha mejorado todo esto, cómo se nos abren puertas poco a poco a todos los niveles y, sobre todo, poder decir que de pequeña nunca imaginé que iba a estar tan a gusto disfrutando de una cerveza en un bar con mis amigos o tapeando por el centro de Madrid sin preocuparme de cómo van a estar mis análisis en un año (aunque he de reconocer que es una paranoia que nunca se termina de ir).

Ahora viene la parte en la que reflexiono sobre si mi condición de celíaca me gusta o no. Pues he de decir que no, por mucho que lo lleve bien, con ganas de expresarme, con ganas de luchar, con mucho sentido del humor y con mucha sonrisa porque considero que es esencial, no es algo que pueda decir que me guste. No me gusta esa parte en la que voy a un restaurante y tengo que recalcar que el plato que quiero está en la carta sin gluten por si se despistan (no por nada, simplemente porque empatizo con la carga de trabajo del camarero, cocinero y demás y pueden equivocarse), tampoco en la que me llaman maniática porque quiero evitar que se me caiga una miga de pan en mi plato, me entristece que me pregunten si algo lleva gluten y automáticamente miren los ingredientes para corroborarlo porque no pueden creérselo. Tampoco puedo creerme esa parte en la que en una celebración me ponen lo que puedo comer en la otra punta de la casa, más que nada porque me pierdo lo que de verdad me importa que es socializar y ver a la gente que quiero. Por último decir que me resisto interrumpir en un plan en el que se incluye comida porque me imagino a la gente de mi alrededor pensando: «ya está la de la puntillita diciendo que ahí no puede».

Resumiendo, es un hecho que desbarato planes, sé que ponemos a nuestro círculo más cercano en situaciones más que límite y a los distintos agentes del mundo de la hostelería y la restauración también, no puedo evitar querer meterme debajo de una baldosa cuando hago más de una pregunta en un restaurante al que me ha tocado ir. Personalmente, no me es cómodo. No me es cómodo porque a menos que sea un lugar muy concienciado y muy hecho a nuestra imagen y a nuestro problema, sabes que te van a tratar como alguien peculiar y a la gente peculiar, o se le trata con miedo, o con excesiva amabilidad (he de decir que no me gustan ninguno de los dos puntos, como diría Mecano «Sólo soy una persona»).

Por éstas cosas no me gusta ser celíaca, me gustaría que me contáseis cómo vivís estas cosas que ya tienen más que ver con el ámbito social del celíaco. Lo mismo me ayudáis a ver las cosas de otro modo o bien os identificáis con lo que os cuento que es el punto del bicho raro que parece que nos persigue.

¡Un besérrimo a todos!

Hacía mucho que no escribía, ¿no?. ¡Madre mía, me merezco un pescozón!.

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